¿Y si vuelve a temblar?
Una ficción es algo que no existe en la vida real; es la acción o efecto de fingir, según la definición básica del diccionario de la RAE; significa hacer creer a otro algo que no existe en ese momento (tiempo, espacio y circunstancia) pero con una intención. Nunca se miente sin un propósito; se puede fingir o simular, pero siempre se busca provocar algo.
Cada que simulamos, engañamos a nuestros sentidos y al de quienes participan y se involucran en dicha ficción; buscamos generar un efecto en quienes ven o presencian una idea, sentimiento o conducta, la cual, mediante la repetición y diversificación, construyan un hábito y se acostumbren a ello. Piense usted ¿Cuántas simulaciones, después de tanta repetición, se han convertido en realidad y práctica común en su vida cotidiana?
Pues así son los simulacros. La intención de hablar de ellos es la de reflexionar acerca del tema y de lo habituados que estamos a llevarlos a cabo, pero que su propósito y utilidad muchas veces se pierde de vista.
En esta ocasión vale la pena decir que nadie puede predecir un sismo, ni saber cuando va a ocurrir, mucho menos cuáles serán sus efectos. Por eso, cuando practicamos un simulacro de evacuación es con la intención justamente de fingir, simular que está sucediendo realmente y que sus efectos los podemos establecer previamente para poner en práctica nuestros mecanismos de respuesta y emociones al respecto; así como nuestra capacidad de organización –en la escuela, el trabajo o en el hogar– y aprovechar la situación para mejorarlos y recordar que nadie sabe cuándo ocurrirá un evento de verdad, ni dónde, ni en qué condiciones nos tomará por asalto; científicamente no es posible saberlo.
La Ley General de Protección Civil, en su Artículo 2, Fracción LIII, indica que un simulacro es “una simulación de las acciones de respuesta previamente planeadas con el fin de observar, probar y corregir una respuesta eficaz ante posibles situaciones reales de emergencia o desastre. Implica el montaje de un escenario en terreno específico, diseñado a partir de la identificación y análisis de riesgos y la vulnerabilidad de los sistemas afectables”.
En tal sentido, si usted es de las personas que se salen de la oficina 15 minutos antes de que inicie el simulacro; asume sin seriedad el procedimiento y se burla, critica o entorpece las acciones de quienes participan conscientemente en el ejercicio, está desaprovechando una oportunidad. Desestimar o no participar en estos eventos cívico-preventivos, resta espíritu ciudadano a su persona en una ciudad llena de peligros y riesgos.
Pero si cambia de opinión y desea participar activamente, aún está a tiempo de involucrarse; inténtelo y acérquese al responsable de protección civil de su edificio, oficina, fábrica o escuela y pídale la oportunidad de participar, asumiendo algún rol o responsabilidad: agitar una banderola para desviar el tránsito; tocar un silbato de alerta; colocar la cinta amarilla de acordonamiento; pasar lista y organizar al personal evacuado; revisar que nadie se quede al interior del edificio; suspender la energía eléctrica; desactivar elevadores; tomar evidencia fotográfica; ayudar a las personas de la tercera edad, embarazadas y con discapacidad; usar un altavoz…
¿Y si vuelve a temblar? Mejor aproveche, anìmese y participe. En fin, recuerde que no sobrevive el más fuerte, el más alto, ni el más rápido, sino el que mejor se adapta a su circunstancia. Si nunca ha participado, le va a gustar, se divertirá. No olvide que el espacio más seguro lo hace usted. ¡Feliz fin de semana!
Hugo Antonio Espinosa Ramírez
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
cmdtespinosa@gmail.com
whatsApp: 5532213758


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